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El Ecuador en “Una franja, Una ruta”
14 October 2018 | By He Zhiyan | SISU
Viernes, 17 de agosto de 2018, Shanghái, llueve.
Luego de dos años abro por casualidad el diario de Sanmao[1]Un recorrido por diez mil aguas y mil montañas. La familiaridad de esos saludos en lengua castellana, de esas escenas, me apartan de las memorias de la autora y, más bien, me transportan a las mías propias. Al cerrar los ojos, los recuerdos se agolpan en mi mente como las olas del mar en la bahía. Recuerdos de esta mujer del País del Centro en la mitad del mundo, donde el cielo siempre se tiñe de azul celeste y el tiempo es habitación de rayos solares.
Recuerdo todavía cómo me saludaban los ecuatorianos apoyados en el mango.Recuerdo aún la concurrencia a la feria de la aldea todos los sábados por la mañana. Recuerdo mi primer viaje a los Andes, sus aires tenues y frescos como la menta y sus nubes rojas vistas desde la catedral que se iban convirtiendo en grises a lo lejos.Recuerdo las rosas -seis por un dólar- y a la mujer indígena que me las vendió, ataviada con una falda de colores brillantes y bordados sublimes. Tampoco olvidaré el momento en que crucé la línea ecuatorial hacia la otra mitad del mundo, ante aquel monumento.
Pero creo que el recuerdo ecuatoriano que guardo en mi corazón es distinto al de los compatriotas que trabajaban conmigo. Todos ellos eran ingenieros y yo la traductora en la obra de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Sus memorias han de estar cargadas del sudor de su arduo trabajo. Las suyas son, sin duda, memorias sobre perseverancia y coraje ya que son ellos, junto con los ecuatorianos, los verdaderos protagonistas de la construcción de aquella central, un milagro de la ingeniería que se considera como el proyecto más grande y con más financiamiento extranjero que se haya recibido en la historia de Ecuador, con una inversión total de 2300 millones de dólares y una generación eléctrica anual de 8,8 millones de MWh.
Durante mi estadía en Ecuador, era frecuente oír hablar de las brocas o máquinas atascadas debido a las complicaciones del relieve y lo lluvioso del clima. Hubo una vez que, para solucionar un incidente, los compañeros -chinos y ecuatorianos-tuvieron que bajar al pozo. Se turnaban cada dos horas. Al subir, parecían literalmente hombres de barro. Entre las pocas cosas que podíamos hacer, preparábamos agua de jengibre y de azúcar roja para los obreros, y asegurábamos la disponibilidad de las ambulancias y los equipos médicos. Aquel día guarda la mejor representación del espíritu tradicional de la nación china, materializado en la lucha ardua e imparable pero también representa la fraternidad, la solidaridad e incluso el antiguo origen común entre nuestro pueblo y el de Ecuador. La lluvia no pudo apagar la pasión y el entusiasmo que arde en nosotros. Gracias a la precisión en los planeamientos y diseños, a un estricto seguimiento de las normas sectoriales y a los esfuerzos entre todos, la planta, afortunadamente, quedó intacta y a salvo luego del gran terremoto del 2016 que sacudió al territorio ecuatoriano y se pudo poner en marcha a finales del mismo año.
Más allá de la comunicación cotidiana, me gustaba encontrar oportunidades de charlar con la gente local, mi especialización en lenguas extranjeras me permitía este entendimiento intercultural. Por eso, me alegra que el acercamiento entre China y los países de habla hispanagenere que cada vez más gente empiece a aprender español y que también tengamos cada vez más oportunidades de intercambio para acercarnos a las culturas milenarias de América. Para usar los términos políticos de moda, podemos decir que somos seguidores de la iniciativa de “Una Franja, Una Ruta” y ejecutores de los incontables convenios y acuerdos en el marco de esta iniciativa, pese a que, estrictamente hablando, la empresa china Sinohydro haya firmado el contrato sobre Sinclair con el gobierno ecuatoriano cuatro años antes de la propuesta del mandatario Xi Jinping. De hecho, la cooperación China-CELACinició con mucha fluidez y éxito -particularmente en el ámbito infraestructural- mucho antes de que integraran la cooperación sino-latinoamerica en la iniciativa. Esto, justamente, pone de manifiesto que América Latina, Ecuador incluido, constituye la extensión natural de la ruta marítima de la seda, además de la indudable viabilidad y futura profundización de las relaciones entre China y América Latina.
Además de la Sinclair, con el apoyo de organismos financieros chinos como el Banco de Desarrollo, otras empresas chinas contribuyen a la construcción de la hidroeléctrica Minas, entre otras “megaobras”. Esto le ha permitido a Ecuador pasar de ser importador eléctrico a ser exportador. Es por ello que el ex-presidente Rafael Correa le dijo a su homólogo chino que “China ha ayudado a transformar la historia del Ecuador”, haciendo alusión tanto de la Sinclair como de la ciudad de conocimiento Yachay. El pueblo local, a su vez, nos llaman “los que traen luz”. Un compañero nuestro llamado Jorge, de 27 años, siempre me decía que los chinos son realmente laboriosos. Le gustaba trabajar con nosotros: “además de buena remuneración, me encanta la seriedad y el sentido de responsabilidad de los chinos, ya que puedo confiarles incluso la vida.”, me decía. Cuando le narraba los cuentos chino y le describía cómo era el país, me respondía: “tengo que ir a China por lo menos una vez en mi vida”.
“China te recibirá con los brazos abiertos”, le respondía.
La tierra que ahora piso no es aquella cálida y húmeda. Por eso, en una tarde pintada de luces crepusculares, tomé fotos de todos los rincones del campamento, tenía claro que lo extrañaría. Los edificios del país sudamericano quedaron perennizados en esas imágenes que hoy, de una manera misteriosa, provocan en mí una incesante nostalgia.
En su diario, la escritora Sanmao nos cuenta su propio viaje por Ecuador. Cree que en su vida pasada fue una mujer ecuatoriana llamaba Yawar y que vivía a la orilla del lago de sangre:“Mi querida laguna de Yahuarcocha, solo puedo llegar a ti una vez por vida y ahora tengo que esperar a la próxima.” Cierro el libro y me hablo a mí misma. Presiento desde mis recuerdos ecuatorianos que volveré. Que volveré porque la historia aún no ha terminado, así como la de otros de mis compatriotas, cuyas historias en América acaban de empezar.
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